Últimamente ando un poco desbordada de trabajo. Supongo que habréis notado que las publicaciones no son diarias, y que además no me paseo como solía hacerlo por vuestros blogs :(
Es terríble lo sé, pero hasta que no inventen los días de 48 horas no daré a basto para todo, así que tendréis que disculparme si no me veis el pelo en una temporada.
Había pensado incluso cerrar por vacaciones, que realmente me hacen falta, pero luego he pensado que no seré capaz de olvidarme del blog y no publicar, así que para qué XDEn realidad esta entrada no es para daros la brasa con mi estresante vida, en realidad es para contaros el terrible accidente del martes pasado. Ya tengo un nuevo trauma para mi colección ¡_¡ ains... Hoy os contaré (aunque con retraso) la historia de los pajaritos suicidas.

Viereis, no recuerdo exactamente cuántos años de carnet de conducir tengo en mi haber. Tampoco estoy por la labor de averiguarlo, lo cierto es que no me importa. Lo que sí os diré es que son unos cuantos, tanto que la L que llevaba al principio se ha corroído por el óxido y ahora es tamaño tarjeta de visita. El caso es que después de todos estos años puedo presumir de tener un expediente impoluto como conductora, ni una multa (ni siquiera de aparcamiento), ni una infracción (que os lo habéis creído jiji), ni un atropello... Pero como no, yo siempre cuando debuto lo tengo que hacer a lo grande, y en este caso no iba a ser menos.
Cuando uno conduce por el campo suelen ocurrir desgraciados accidentes. Los animalitos del bosque, en su mayoría, no captan la peligrosidad que supone atravesar una carretera con circulación. Es más, hay muchos que se hacen llamar hombres que no llegan a "captar" que es peligroso cruzar por ciertos lugares, así que no exijamos a las criaturitas del bosque que lo hagan, están en su derecho de seguir en la completa inopia.
He vivido atropellos de todo tipo (lo que sigue no es apto para amantes sensibles de los animales). Lo habitual es ver algún que otro perrito, pobrecitos míos, que se les abandona sin ninguna compasión y pasa lo que pasa. También he visto erizos, zorros, culebras, abejorros como tomates de grandes, que esos ya se consideran mamíferos y todo, sapos gigantes. Oye, que no os imagináis la fauna hiperdesarrollada que os podéis encontrar en mi pueblo. Cuando digo sapos gigantes es que son gigantes de verdad, primos hermano de Godzilla por lo menos. Que una vez vi uno debajo de un adoquín de estos de las aceras y sobresalía por cada costado. Y las arañas para qué contaros, son de esas peludas, como las que salen en Aracnofobia. Aunque sinceramente, yo no sé en esa película cómo se dejaban cazar por las arañas, porque yo no he visto bicho viviente que se mueva menos (quitando los koalas del zoo de Madrid, que para mí que son de cartón).
Con tanta historia he perdido el hilo y no sé ni qué estaba contando. Ah, sí, mi trauma.
Pues eso, que yendo hacia el trabajo el pasado martes, a eso de las 8 de la mañana, con lo cual muy espabilada no iba, no es que atropellase a un pajarito, noooo... atropellé a toda una bandada de pajaritos.
¡¡Pero no tuve la culpa!! ni tampoco oportunidad de esquivarlos. Estaban enloquecidos, levantaron el vuelo todos al mismo tiempo y se empotraron, literalmente, contra mi coche (menos mal que es rojo).
Asesiné sin querer a esos pobres pajaritos, espero que ahora estén en el cielo volando. Uy no, que los atropellé, así que eso ya no es posible. En realidad me refería a lo celestial, ustedes me entenderán. Y ahora mi expediente como conductora está lleno de manchitas coloradas.
Guardemos un minuto de silencio, uno por cada pajarito suicida U_U
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