Vamos con una de zombis. Comedia, además. En 48 horas antes de ser un zombi, Silvia P. Martín nos narra las últimas horas de Amelia, "de natural dramática y escrupulosa" (tal como reza la sinopsis -¡me encanta esa frase!-), tras ser infectada por Maripuri, una zombi con nombre propio.
El apocalipsis sorprende a Amelia y sus socios de negocio en una reunión de trabajo. Se lleva "regulinchi" con dos de ellos, aunque por suerte acaba haciendo migas con la secretaria, una friki con bastante más cabeza que Amelia, aficionada al origami. El inicio de la novela retrata tanto a Amelia, que vive en la inopia y obsesionada por su trabajo, como las relaciones y desavenencias con su pequeña comunidad de supervivientes. Lo cierto es que son unos suertudos, el fin del mundo los pilló en una fábrica de cereales dietéticos que, pese a ser tan nutritivos como el cartón, los libró de tener que salir al exterior a buscarse la vida y arriesgar el culo. La cosa cambia cuando muerden a Amelia. En caso de mordedura zombi todos sabemos que la única solución es dar una muerte piadosa al infectado o, si le tienes un especial cariño y no te apetece reventarle los sesos, dejarlo marchar. Comienza así el particular periplo de Amelia, que aprovechará a tope las pocas horas que le quedan como humana.
La novela es una cuenta atrás, con capítulos cortos muy dinámicos que van al grano, cosa que se agradece. El tic tac marca el destino de Amelia en una consecución de escenas de acción, más propias de una heroína. En cuanto a esto, el cambio de Amelia me pareció demasiado brusco, ella misma se retrata como una "pija de ciudad" que ni siquiera es capaz de prescindir de sus tacones durante un apocalipsis. Sin embrago, en cuanto la muerden, no solo pierde los tacones y las bragas sino que se desata la "arrabalera" que lleva dentro. Eché en falta el conflicto entre esas dos personalidades. Aparte, la autora recrea un Madrid arrasado por la epidemia, con pocos supervivientes (algunos peores que los muertos vivientes), y con una ambientación y unos recursos típicos del género. No se aleja de lo normativo, ni tampoco aporta nada nuevo pues todo gira en torno a esa transformación, a todos los niveles, de Amelia.
He de mencionar, por supuesto, al compañero tan singular de Amelia, un perrete graciosín y bastante agresivo que la seguirá a todas partes. Me recordó, salvando las distancias, al gato de Apocalipsis Z, al que todos cogimos tanto cariño.
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