Para leer: Libros sangrientos I, de Clive Barker

 Si algo caracteriza a las antologías es que en un mismo libro tenemos varias historias diferentes y, cómo no, unas gustan más que otras. Reconozco que soy poco de leer antologías, aunque la verdad es que últimamente les estoy cogiendo el gustillo, sin embargo ésta decidí leerla porque Hellraiser, (novela del autor) me encantó y he querido repetir con sus cuentos. De tener que resumir la sensación que me ha transmitido Libros sangrientos I sería un “ni fú, ni fá” porque esperaba algo más espectacular y más truculento de lo que me he ido a encontrar.

Este primer libro (hay hasta tres recopilatorios de Libros sangrientos, que yo sepa) consta de seis relatos de terror de los que solo me han encandilado un par: El tren de la carne de media noche y El blues de la sangre de cerdo. Uno trata de un asesino en serie que desangra a sus víctimas en el metro de Nueva York y el otro de una cerda poseída por el espíritu de un niño a la que le gusta la carne humana. Algo común en la antología es que en todos los relatos hay asesinatos en mayor o menor medida (sinceramente me han parecido muy lights, teniendo en cuenta lo potente que es Hellraiser -que no deja de ser un realto largo-). En cualquier caso, esta reseña no la estoy escribiendo por los relatos que me gustaron sino porque he ido a toparme con el cuento más absurdísimo que he leído en mucho tiempo.

Es posible que En las colinas, las ciudades guste a algunos lectores, incluso puede que tenga algún fan, pero lo que es a mí me dejó flipando en colorines. Para una comedia quizás habría dado el pego, no obstante tomarse en serio que dos ciudades hayan construido dos gigantes con sus ciudadanos como materia prima... ¡Uf... demasié pa mi cuerpé! De hecho conforme leía solo podía pensar en una cosa, en qué se habría fumado este hombre cuando se le ocurrió la idea para el relato.

¿Os lo podéis imaginar? A mí me costó imaginarme lo que me estaba contando porque me parecía tan absurdo que no podía creerme que la historia fuese en serio: dos titanes hechos con gente atada unos a otros, “arrebujados” como lombricillas y “apretujados” como sardinas, cooperando por voluntad propia para mover a semejante engendro y enfrentarse a su ciudad vecina en una “batalla ritual”. ¿Y pretende que cuando una de las ciudades se “escamocha” y todos los vecinos mueren por la caída me de congoja? ¡Pues la lleva clara! Lo más que consiguió con semejante escena fue provocarme un ataque de risa. Vamos, que es imposible tomarse esto en serio.

Quizás es que no pillé la ironía del relato, o quizás es que se trata de una metáfora enrevesada que a mí se me escapa, pero lo cierto y verdad es que la sensación que me dio fue la de ser una recreación de una fantasía de borracho o una pesadilla absurda. Del final apoteósico mejor ni hablamos, de ese protagonista contagiado por la euforia de la ciudad a la que intenta unirse con todo su afán porque es una maravilla de la ingeniería... En serio, esto es para hacérselo mirar.

Por favor leedlo y me contáis qué os parece, que lo mismo me podéis explicar el doble sentido del relato, si es que lo tiene. En las colinas, las ciudades; título sin pizca de feeling para un relato de lo más absurdo que, no obstante, deberíais leer algún día, ya veréis la cara de besugo que se os queda.