Si fuese posible, esta entrada la envolvería en un papel bonito de colorines o princesas Disney, y una vez envuelto le colocaría una cinta a juego para adornarlo. Pero como no es posible envolver un regalo virtual nos saltaremos el protocolo e iremos directos al contenido.
Muchos de los que pasáis por Léoen de vez en cuando ya conoceréis el proyecto Adictos a la escritura, de hecho muchas adictas se dejan caer por aquí con asiduidad. En este mes de agosto el proyecto de adictos ha sido El amigo invisible, que consistía, nada más y nada menos, en hacer un regalo a la persona que te tocase en suerte. El regalo, como no, tenía que ser escrito, ya fuera relato, cuento, poesía, la imaginación da para mucho y mis adictas han sobrepasado las expectativas con creces. Así que por todo ese esfuerzo, por esa labor de indagación que muchas hicieron para poder conocer un poquito mejor a esa compañera que les tocó, por dedicar su tiempo a hacer feliz a esa persona y por tratar de sorprenderla con lo mejor de ellas mismas, por eso os traigo mi particular regalo: una sonrisa.
Porque una sonrisa ajena es lo mejor que te puede pasar en todo el día, como cuando te sonríe el panadero, la chica que pasea su chigua gua a lo Paris Hilton, el barrendero que se ocupa de tu calle y le conoces desde siempre, el camarero que te sirve la tostada y el café mañanero o tu gatito cuando le rascas la tripa y te ronronea…
También hay muchos tipos de sonrisas; las hay tímidas, descaradas, enamoradas, irónicas, llenas de piercings, tatuadas, con filtro para la sopa (con bigote, para los paganos), de colmillos afilados, pintadas de carmín, arrugadas, con dientes perfectos y no tan perfectos. El otro día me dedicaron una sonrisa de ¡casi 100 años! Hay tantas sonrisas como gente, que siendo tan diferentes, todos, todos, hemos sonreído alguna vez.
Después de la sonrisa la máxima expresión es la risa, esa carcajada que todo lo cura, que nos hace felices, nos cosquillea el estómago y a los de muelle flojo les provoca un pipí incontrolable. Me encantaría, queridas adictas, poder invitaros a tomar el té en el techo, como ya hizo el tío Albert con Mary Poppins, mientras nos desternillamos de la risa al tiempo que nos comemos unas pastitas.
Dicen que la risa alarga la vida así que rían cuanto puedan, sonrían (sobre todo cuando estén tristes), y vivan muchos años de alegría.
.
Muchos de los que pasáis por Léoen de vez en cuando ya conoceréis el proyecto Adictos a la escritura, de hecho muchas adictas se dejan caer por aquí con asiduidad. En este mes de agosto el proyecto de adictos ha sido El amigo invisible, que consistía, nada más y nada menos, en hacer un regalo a la persona que te tocase en suerte. El regalo, como no, tenía que ser escrito, ya fuera relato, cuento, poesía, la imaginación da para mucho y mis adictas han sobrepasado las expectativas con creces. Así que por todo ese esfuerzo, por esa labor de indagación que muchas hicieron para poder conocer un poquito mejor a esa compañera que les tocó, por dedicar su tiempo a hacer feliz a esa persona y por tratar de sorprenderla con lo mejor de ellas mismas, por eso os traigo mi particular regalo: una sonrisa.
Porque una sonrisa ajena es lo mejor que te puede pasar en todo el día, como cuando te sonríe el panadero, la chica que pasea su chigua gua a lo Paris Hilton, el barrendero que se ocupa de tu calle y le conoces desde siempre, el camarero que te sirve la tostada y el café mañanero o tu gatito cuando le rascas la tripa y te ronronea…
También hay muchos tipos de sonrisas; las hay tímidas, descaradas, enamoradas, irónicas, llenas de piercings, tatuadas, con filtro para la sopa (con bigote, para los paganos), de colmillos afilados, pintadas de carmín, arrugadas, con dientes perfectos y no tan perfectos. El otro día me dedicaron una sonrisa de ¡casi 100 años! Hay tantas sonrisas como gente, que siendo tan diferentes, todos, todos, hemos sonreído alguna vez.
Después de la sonrisa la máxima expresión es la risa, esa carcajada que todo lo cura, que nos hace felices, nos cosquillea el estómago y a los de muelle flojo les provoca un pipí incontrolable. Me encantaría, queridas adictas, poder invitaros a tomar el té en el techo, como ya hizo el tío Albert con Mary Poppins, mientras nos desternillamos de la risa al tiempo que nos comemos unas pastitas.
Dicen que la risa alarga la vida así que rían cuanto puedan, sonrían (sobre todo cuando estén tristes), y vivan muchos años de alegría.
.
que bonito, Laura!! me he emocionado jaja
ResponderEliminarDesde luego sonreir es una de las mejores cosas de esta vida.
Gracias por regalarme una sonrisa :D
besitos
Dios mio!! que bonito!!!! me encanta!!!!
ResponderEliminarUna sonrisa para ti tambien y para todas!
Un besito
La sonrisa es lo mejor que tenemos.
ResponderEliminarBonita forma de expresarlo ^^
Es divino
ResponderEliminar=)
Me encanto
Que bonio Laura;D una sonrisa es el mayor regalo;D
ResponderEliminarKisses querida;D
PD, no conocía tu blog personal, asi que ya te sigo y te he afiliado también;D
que bonito. Y que bien escribes. Gracias a ti por habernos enseñado tantas cosas. Besos y sonrisas sinceros (copito de nieve me da pena)
ResponderEliminarINFECTADA-X
Pues, te sigo el consejo y sonrío. Y entre todas las verdades que anotaste, está me gustó en particular:
ResponderEliminar"Porque una sonrisa ajena es lo mejor que te puede pasar en todo el día"
Muchas gracias por este relato. A veces se olvidan las cosas más básicas en la vida, como sonreir. Brindo porque nuestras vidas estén llenas de sonrisas y por qué no, de carcajadas hasta hacernos pipí. Besikosssssss
ResponderEliminarEncantadora entrada, grato recuerdo el de la escena de Mary Poppins que siempre me hace reír. El día más irremediablemente perdido es aquel en que no nos hemos reído.
ResponderEliminarOs merecéis la mejor de las sonrisas :D
ResponderEliminarY además piruletas para todas ----@
Laura!
ResponderEliminarGracias! me has hecho sonreír de lo lindo...
Una sonrisa también para ti, desde la lejana Argentina :)
Besos!
¡Qué bonitooo!
ResponderEliminar