Hoy había decidido no publicar nada en el blog, y tengo un buen motivo: esta mañana me han sacado sangre ¡y nada menos que un tubo enterito! Después de que me dejasen seca como ávidos vampiros no me sentía con fuerzas para escribir nada, aún así haré un esfuerzo ya que mi visita al patíbulo me ha iluminado con un tema interesante para escritorL. En mi paseo mañanero hacia el ambulatorio iba cavilando sobre esas preguntas existenciales como los inconvenientes de tener una mofeta como mascota, o por qué existe ropa de color y blanca si luego no se pueden lavar juntas. Entre otras cuestiones me he preguntado a mi misma el por qué es tan habitual la frase: "el libro esta muy bien pero el principio es un poco aburridillo…" Seguro que en más de una ocasión habéis comentado algo semejante sobre alguna novela.
Los comienzos lentos me recordaron entonces a los caracoles, que nunca tienen prisa pero sin embargo van dejando su rastro en forma de babas pegajosas y dibujando una estela para que podamos seguir el camino (otro día volveremos otra vez con nuestro amigo Paquito el Caracol para hablar sobre los ritmos narrativos). El principio de una historia consiste en marcar el camino al lector para que pueda seguirnos desde el principio. Confieso que mi paciencia lectora suele tener un límite de unas 50 páginas a lo sumo, si en esas primeras 50 páginas no sucede nada la novela en cuestión acabará olvidada en mi estantería.
Pues bien, una historia se divide en tres partes necesariamente, que son: la presentación, el nudo y el desenlace. El principio será nuestra presentación, la acción se desarrollará en el nudo y el final lo bordaremos con el desenlace.
Cuando la presentación se alarga demasiado suele aburrir, aunque en ocasiones, y según la historia que tengamos entre manos, es necesario profundizar en ciertos aspectos de la trama o personajes en este principio. Es difícil controlar dónde está el límite y cuál es la proporción acertada para cada parte. Vamos a suponer que una proporción equilibrada sea un 25% para la presentación, el 50% para el nudo y otro 25% para el desenlace. Con esta pequeña fórmula podréis tener una guía para sopesar la duración de cada tramo. Un consejo personal, no esperéis a llegar a la página 50 para que suceda algo interesante porque esta servidora no seguirá leyendo.
Con el desenlace puede ocurrir exactamente lo mismo que con la presentación, si es demasiado largo podría ahogar al lector de pura angustia por tanta expectación. Tened siempre presente la extensión de las partes e intentad no alargarlas más de lo necesario.
Y hasta aquí el brevísimo escritorL de hoy, la próxima entrega el guión literario.
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Los comienzos lentos me recordaron entonces a los caracoles, que nunca tienen prisa pero sin embargo van dejando su rastro en forma de babas pegajosas y dibujando una estela para que podamos seguir el camino (otro día volveremos otra vez con nuestro amigo Paquito el Caracol para hablar sobre los ritmos narrativos). El principio de una historia consiste en marcar el camino al lector para que pueda seguirnos desde el principio. Confieso que mi paciencia lectora suele tener un límite de unas 50 páginas a lo sumo, si en esas primeras 50 páginas no sucede nada la novela en cuestión acabará olvidada en mi estantería.
Pues bien, una historia se divide en tres partes necesariamente, que son: la presentación, el nudo y el desenlace. El principio será nuestra presentación, la acción se desarrollará en el nudo y el final lo bordaremos con el desenlace.
Cuando la presentación se alarga demasiado suele aburrir, aunque en ocasiones, y según la historia que tengamos entre manos, es necesario profundizar en ciertos aspectos de la trama o personajes en este principio. Es difícil controlar dónde está el límite y cuál es la proporción acertada para cada parte. Vamos a suponer que una proporción equilibrada sea un 25% para la presentación, el 50% para el nudo y otro 25% para el desenlace. Con esta pequeña fórmula podréis tener una guía para sopesar la duración de cada tramo. Un consejo personal, no esperéis a llegar a la página 50 para que suceda algo interesante porque esta servidora no seguirá leyendo.
Con el desenlace puede ocurrir exactamente lo mismo que con la presentación, si es demasiado largo podría ahogar al lector de pura angustia por tanta expectación. Tened siempre presente la extensión de las partes e intentad no alargarlas más de lo necesario.
Y hasta aquí el brevísimo escritorL de hoy, la próxima entrega el guión literario.
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